Carles Congost



MÚSICA DE DISEÑO

(MUSIC MAKES ME FEEL SEXY)
Por Carles Congost
(en el catálogo de la exposición, 2001)

El profesional de la música espectacular tiende en cualquiera de sus facetas a enfatizar su conducta respecto al sexo. Esto es algo que tenemos muy asumido y que a nadie sorprende; incluso en aquellas situaciones en que la evidencia lo convierte en algo imposible, por no decir grotesco. ¿Por qué nos parece que quien está encima de un escenario tiene obligatoriamente una vida sentimental más intensa y emocionante que la nuestra? Pienso que todo debe asociarse a la propia idea de "estrellato" y a nuestra fascinación por lo que se nos presenta como inalcanzable. Se trata, en definitiva, del clásico concepto de mito, pero cuesto a fecha de hoy, con el ineludible calificativo de instantáneo. La verdad es que en la historia del pop/rock (ahora no pretendo distinguir una cosa de otra) hay muchas canciones que hablan de amor y seducción en todas sus variantes (pasión, erotismo…) y muy pocas que traten otros temas. Así pues se entiende tanta pose por parte de los artistas y una tan firme apuesta desde las compañías de discos por una erótica ciertamente estereotipada y de consumo rápido. Con esto no pretendo mostrarme ni mucho menos ruborizado. Quien bien me conoce sabe que esto no sería posible, no al menos desde la MTV. Algo parecido sucede también con la moda y la publicidad pero, sinceramente, paso de hablar de ello. Lo que sí me apetece es hacer un rápido repaso por ciertos "géneros de la música popular con tendencia a ser un pelín reaccionarios (desde mi punto de vista) en su tratamiento del sexo:
Pienso que lo más cutre e incomprensiblemente más en voga en la actual era FNAC son los contorneos “latino-pop": estrellas de multinacional con remix en Miami. Ellos resultan muy machos en la lírica, pero con pluma suficiente en el video-clip como para arrasar en la trastienda de cualquier club de ambiente. Por su parte, ellas son pura tigresa, pero con la dosis adecuada de mensaje de sumisión. Algo similar ocurría en los ochenta con los grupos de "heavy-glam" tipo Poison, Motley Crüe o Bon Jovi (a los que debo un sentido respeto, al menos por su imaginación en el maquillarse). Recuerdo lo fácil que era, entre los varones de BUP, pasar por alto sus sofisticadas melenas y referirse solamente a sus devaneos con la guitarra, empuñada con fuerza, una fuerza indescriptible que te desnudaba de cintura para arriba.
Por otra parte, hace ya algunos años, Madonna se atrevía a denunciar la actitud sexista y homofóbica que reinaba entre ciertas estrellas de color dedicadas a la resistencia desde las calles. A Madonna no hay que hacerle nunca demasiado caso, para muchos esto está claro. Aún así, personalmente, revelaciones como ésta nunca me han servido para acercarme al género del rapeado veloz o como quieran llamarle a esta suerte de vocación u oficio. De Eminem a Pet Shop Boys, de Marilyn Manson a Britney Spears, pasando por todos los demás, existe toda una húmeda gama de posibilidades que, no lo dudemos, contempla sabiamente las fantasías de cada uno de nosotros.
Al final, sólo música y espectáculo. Una excusa para la evasión a la que, seguramente, no hay que darle más vueltas ni hay que pedirle corrección. Para esto ya están otras cosas que acostumbran a escribirse con letra mayúscula.

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