Los resúmenes se emiten varias veces al día. En ellos el grupo de expertos que se encuentra tras las cámaras: operadores, montadores y programadores, son los que van construyendo el argumento y la narratividad de la historia, crean un relato con las imágenes grabadas. Son escenas aisladas de alto valor emocional al modo de los reality shows, se buscan las imágenes más impactantes o conflictivas, se busca el impacto y no una continuidad lógica.
Pero aparte de la emisión fragmentada de los resúmenes, los espectadores también pueden seguir el concurso sin interrupciones a través de la red o de plataformas de televisión digital. “La duración ilimitada de los culebrones es en Gran Hermano superada por la intensidad y continuidad de la filmación televisiva, desapareciendo la idea del capítulo o la televisión por entregas, para dar paso a una televigilancia, a una visión constante”.[1]
Los programas grabados en el plató las noches de nominaciones y de expulsiones, en las que participan además del presentador, familiares, amigos y ex-concursantes, contribuyen enormemente al fenómeno televisivo de GH, igual que el programa de debate sobre GH, que se empezó a emitir los domingos a partir de la cuarta edición. Son unos programas-espectáculo que mezclan como hemos visto todo tipo de géneros tradicionales: debate, talk show, entrevista, concurso, prensa rosa, etc.
El programa produce una base de debate (cotilleo) social lo suficientemente variada, impredecible y manipulable, que se utiliza comercialmente para su explotación.
Es imprescindible para la construcción del fenómeno GH la “estructura transversal” de la que habla Eva Aladro, es decir, la presencia de GH en otros muchos programas, que consiguió poner a la cadena generalista que lo emitió en cabeza de los canales españoles por primera vez en su historia.[2]
La participación de los concursantes en entrevistas y charlas después de su salida es una campaña de promoción para ascender al paraíso mediático, se convierten en personajes proyectados por los medios.
Otras cadenas rivales y revistas del corazón “ven eclipsarse a sus protagonistas habituales ante los nuevos héroes televisivos del Gran Hermano”.[3]
En España, los concursantes han complementado los ingresos recibidos directamente del programa con los obtenidos apareciendo en otros programas televisivos. Programas que tratan sobre los acontecimientos de la casa o sobre personajes de la casa, su vida antes o después. O incluso programas en los que los personajes de la casa se convierten en entrevistadores de otros concursantes o de otros “famosos”.
El objeto más oculto a la cámara de televisión es el alma humana. De ahí que las relaciones personales sean el enigma más absoluto, aquello de lo que se puede hablar y hablar durante semanas y meses sin agotar su contenido.
Como en el star system nacen héroes que son humanos y familiares y al mismo tiempo tienen un carácter especial que crea fascinación. Hoy los famosos son hombres de la calle promocionados por la televisión, hombres comunes y anónimos hasta que el medio los convierte en iconos.
[1] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid, p.294.
[2] Íbidem, p.291.
[3] Íbidem, p.292.
Pero aparte de la emisión fragmentada de los resúmenes, los espectadores también pueden seguir el concurso sin interrupciones a través de la red o de plataformas de televisión digital. “La duración ilimitada de los culebrones es en Gran Hermano superada por la intensidad y continuidad de la filmación televisiva, desapareciendo la idea del capítulo o la televisión por entregas, para dar paso a una televigilancia, a una visión constante”.[1]
Los programas grabados en el plató las noches de nominaciones y de expulsiones, en las que participan además del presentador, familiares, amigos y ex-concursantes, contribuyen enormemente al fenómeno televisivo de GH, igual que el programa de debate sobre GH, que se empezó a emitir los domingos a partir de la cuarta edición. Son unos programas-espectáculo que mezclan como hemos visto todo tipo de géneros tradicionales: debate, talk show, entrevista, concurso, prensa rosa, etc.
El programa produce una base de debate (cotilleo) social lo suficientemente variada, impredecible y manipulable, que se utiliza comercialmente para su explotación.
Es imprescindible para la construcción del fenómeno GH la “estructura transversal” de la que habla Eva Aladro, es decir, la presencia de GH en otros muchos programas, que consiguió poner a la cadena generalista que lo emitió en cabeza de los canales españoles por primera vez en su historia.[2]
La participación de los concursantes en entrevistas y charlas después de su salida es una campaña de promoción para ascender al paraíso mediático, se convierten en personajes proyectados por los medios.
Otras cadenas rivales y revistas del corazón “ven eclipsarse a sus protagonistas habituales ante los nuevos héroes televisivos del Gran Hermano”.[3]
En España, los concursantes han complementado los ingresos recibidos directamente del programa con los obtenidos apareciendo en otros programas televisivos. Programas que tratan sobre los acontecimientos de la casa o sobre personajes de la casa, su vida antes o después. O incluso programas en los que los personajes de la casa se convierten en entrevistadores de otros concursantes o de otros “famosos”.
El objeto más oculto a la cámara de televisión es el alma humana. De ahí que las relaciones personales sean el enigma más absoluto, aquello de lo que se puede hablar y hablar durante semanas y meses sin agotar su contenido.
Como en el star system nacen héroes que son humanos y familiares y al mismo tiempo tienen un carácter especial que crea fascinación. Hoy los famosos son hombres de la calle promocionados por la televisión, hombres comunes y anónimos hasta que el medio los convierte en iconos.
[1] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid, p.294.
[2] Íbidem, p.291.
[3] Íbidem, p.292.
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