Regreso desde San Francisco a Nueva York



“Decidí que por lo menos mi viaje fuera circular; entonces decidí que iría a Hollywood y volvería por Texas para ver a mis amigos del delta”. (p.111)

Pasa por Oakland, Tracy, Fresno y Bakersfield.

“En Oakland tomé una cerveza entre los vagabundos de un saloon que tenía una rueda de carretera en la puerta, y estaba una vez más en la carretera. Dejé atrás Oakland para llegar a la carretera de Fresno. De dos saltos llegué a Bakersfield, unos seiscientos kilómetros al Sur”. (p.113)

En el viaje hacia Los Ángeles conoce a la mexicana Ferry y con ella vive unas semanas en esa ciudad. Juntos planean viajar a Nueva York pero antes necesitan dinero, así que vuelven a Bakersfield para encontrar trabajo en la vendimia pero no lo consiguen. California es el principal productor de vinos en los EEUU, debido a su clima y geografía cuenta con miles de viñedos y muchas variedades de excelentes vinos.
Entonces cruzan la frontera de México y allí siguen buscando trabajo.

“Cruzamos la frontera hasta un pueblo mejicano. Ferry parloteó con sus hermanos de raza preguntando por un trabajo. Ya era de noche y la calle del pequeño pueblo mexicano resplandecía de luz: cines, puestos de fruta, máquinas tragaperras, tiendas de precio único y cientos de destartalados camiones y coches destrozados llenos de barro aparcados por todas partes. Pululaban por allí familias enteras de vendimiadores mexicanos comiendo palomitas de maíz”. (p.125)

Van a Sabinal, el pueblo natal de Terry. Allí trabaja una temporada en la recolección de algodón. Esta zona de la Baja California, en el delta del río Colorado, constituye una región agrícola muy importante llena de campos de algodón.

“Estábamos a ocho kilómetros de Sabinal entre campos de algodón y viñedos”. (p.130)

Tras unas semanas viviendo allí, en octubre de 1947, decide volver él solo a Paterson. Le recogen en la autopista y le llevan hasta Hollywood.

“Cubrimos la distancia de Sabinal a LA en el tiempo asombroso de cuatro horas justas para los cuatrocientos kilómetros. Me dejó exactamente delante de la Columbia Pictures de Hollywood; tuve el tiempo justo de entrar y recoger mi guión rechazado. Entonces compré un billete de autobús hasta Pittsburgh. No tenía bastante dinero para ir a Nueva York. Ya me preocuparía de ello cuando llegara a Pittsburgh”. (p.138)

Con el autobús sale del estado de California y pasa por Indio, Blythe, Salomé y Flagstaff (Arizona).

“Al amanecer mi autobús zumbaba a través del desierto de Arizona: Indio, Blythe, Salomé (donde ella bailó); las grandes extensiones secas que al sur llevan hacia las montañas mexicanas. Después doblamos hacia el norte, hacia las montañas de Arizona, Flagstaff, pueblos entre las escarpaduras”. (p.140)

Cruza Nuevo México y llegan a Dalhart (Texas). Recorre los estados de Oklahoma y Kansas.

“Cruzamos Nuevo México durante una noche negra como la tinta; en el amanecer grisáceo estábamos en Dalhart, Texas; durante la triste tarde del domingo rodamos de un chato pueblo de Oklahoma a otro; al caer la noche estábamos en Kansas”. (p.140)

Pasa por San Luis (Missouri) y atraviesa Illinois. Llegan a Indianápolis (Indiana).

“Grandes nubes de la tarde se cernían sobre el valle del Mississippi. El autobús rugió aquella noche a través de los trigales de Indiana; la luna iluminaba las fantasmales espigas”. (p.140)

Luego pasan por Columbus (Ohio), Pittsburgh y Harrisburg (Pennsylvania) y llegan a Nueva York (Nueva Jersey).

Caminamos unos diez kilómetros a lo largo del siniestro Susquehanna. Era un río terrorífico. Tiene escarpaduras a ambos lados que se inclinan como fantasmas peludos sobre aguas desconocidas. Una noche oscurísima lo cubría. (p141)

El río Susquehanna, con sus 715 km., es el río más largo de la costa este de Estados Unidos. Sus dos ramas madres nacen en los montes Apalaches y se juntan cerca de Harrisburg, capital de Pennsylvania, desembocando en la bahía de
Chesapeake. Hay trayectos, en la zona sur de Pennsylvania, en los que el río se mueve en forma de zigzag.

“De repente, me encontré en Times Square. Había viajado trece mil kilómetros a través del continente americano y había vuelto a Times Square; y precisamente en una hora punta, observando con mis inocentes ojos de la carretera la locura total y frenética de Nueva York” (p.144)

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