Para Cristina García Rodero, la fotografía documental ha sido y sigue siendo una forma privilegiada de comunicarse con la vida. Durante más de treinta años ha recorrido múltiples rincones del planeta con la cámara al hombro, y a pesar de la soledad y de la dureza de su trabajo, sigue afirmando que lo más importante para ella es sentirse libre, ir en busca de lo que le interesa y no dejarse dominar nunca.
Esta independencia existencial y creativa ha dotado a su obra de una fuerza extraordinaria. Las imágenes de fiestas populares y ceremonias religiosas que realizó durante más de quince años y que englobó bajo el título genérico de "España Oculta" muestran aspectos de una España recóndita, donde aún en el siglo XX conviven rituales ancestrales con las necesidades de la supervivencia cotidiana, y donde se conjugan la riqueza de lo simbólico con la precariedad de lo material, la fuerza de lo mágico y la dureza de lo real. Su cuerpo de trabajo más reciente se titula "Entre el cielo y la tierra" e incluye una serie de reportajes realizados en diversos países, desde Georgia a Haití, desde Etiopía a Estados Unidos, desde Cuba a la India. En todos ellos habla del cuerpo y el espíritu, de lo religioso y lo pagano, de la guerra y de la paz, de la vida y de la muerte, es decir, de todo aquello que siendo opuesto coexiste.
En el proceso de realización de sus fotografías, hay un momento en que Cristina García Rodero se vuelve invisible: su cámara deja de intimidar a los sujetos fotografiados y ella misma se integra en el ambiente, como si fuera una más en las ceremonias que retrata. Hay otros momentos en que crea una sintonía emocional por la que los personajes exhiben sin pudor ante la cámara lo mejor de sí mismos o vuelven a ocupar su lugar sin importarles la mirada de esos ojos que ya no son extraños. Estas imágenes no son el fruto de escenificaciones organizadas en la seguridad de un estudio. Surgen del flujo mismo de la vida, de la interacción directa con ella. Son consecuencia del respeto y la pasión. Son también el fruto de una larga relación con la historia de la pintura y del conocimiento de las leyes de la representación figurativa. Por eso ofrecen al espectador un placer doble: el de atravesar el tiempo y el espacio para contemplar las contradicciones de la vida, y el de deleitarse con la sabiduría de una visión generosa y emotiva que además de captar dramas y miserias sabe también recoger los momentos de felicidad que da el amor en sus múltiples facetas.

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