La intimidad es uno de los temas principales de la televisión en los últimos años. La intimidad se vuelve espectáculo, es un objeto más de consumo.
Según Gustavo Bueno el éxito de GH se debe en gran parte a su obscenidad, tanto en contenido como en forma. La obscenidad significa poner en escena y GH muestra la obscenidad de la convivencia que tiene lugar en la intimidad de una casa. Sin embargo esta obscenidad no es total ya que algunas escenas íntimas de cama o cuarto de baño no se emiten. El público tiene la posibilidad de observar una convivencia real, no teatral-convencional o literaria, y la convivencia tiene lugar en un recinto privado y no público. No es un experimento sociológico sino que ofrece la posibilidad de observar de una manera similar a un zoo. El sentimiento de vergüenza ajena que se produce en el espectador es en realidad el reconocimiento de que él no podría ofrecer alternativas de intimidad mejores, de que sus propias intimidades son similares. GH desvela el gran secreto constituido por las propias intimidades.[1]
Como señala Gérard Imbert: es el mito de la “ventana indiscreta”, satisface el deseo de conocer la vida del otro, del hombre corriente. La pérdida de la intimidad en la sociedad moderna, como valor y como experiencia, consagra al mismo tiempo una intimidad de prestado: la televisión se convierte en un sucedáneo del hogar, del espacio familiar.[2]Aunque algunos comentaristas sigan discutiendo si estos programas vulneran o no el derecho a la intimidad, Eva Aladro sin embargo, piensa que la intimidad no es el asunto importante en estos concursos. “Si en un principio estos formatos televisivos pretendían captar el interés masivo a través de la presentación del lado más escabroso, obsceno o indiscreto de la situación humana que filmaban, pronto se comprobó en el caso español que lo interesante de este formato es que proporciona nuevas posibilidades de discusión social sobre relaciones sociales a través del manejo de las perspectivas y distancias adecuadas”.[3]
[1] Bueno, G: Telebasura y democracia. Ediciones B, 2002. pp.123-126.
[2] Imbert, G. “La transparencia posmoderna”. El País, Opinión, 16 de mayo de 2000.
[3] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid. p.300.
Según Gustavo Bueno el éxito de GH se debe en gran parte a su obscenidad, tanto en contenido como en forma. La obscenidad significa poner en escena y GH muestra la obscenidad de la convivencia que tiene lugar en la intimidad de una casa. Sin embargo esta obscenidad no es total ya que algunas escenas íntimas de cama o cuarto de baño no se emiten. El público tiene la posibilidad de observar una convivencia real, no teatral-convencional o literaria, y la convivencia tiene lugar en un recinto privado y no público. No es un experimento sociológico sino que ofrece la posibilidad de observar de una manera similar a un zoo. El sentimiento de vergüenza ajena que se produce en el espectador es en realidad el reconocimiento de que él no podría ofrecer alternativas de intimidad mejores, de que sus propias intimidades son similares. GH desvela el gran secreto constituido por las propias intimidades.[1]
Como señala Gérard Imbert: es el mito de la “ventana indiscreta”, satisface el deseo de conocer la vida del otro, del hombre corriente. La pérdida de la intimidad en la sociedad moderna, como valor y como experiencia, consagra al mismo tiempo una intimidad de prestado: la televisión se convierte en un sucedáneo del hogar, del espacio familiar.[2]Aunque algunos comentaristas sigan discutiendo si estos programas vulneran o no el derecho a la intimidad, Eva Aladro sin embargo, piensa que la intimidad no es el asunto importante en estos concursos. “Si en un principio estos formatos televisivos pretendían captar el interés masivo a través de la presentación del lado más escabroso, obsceno o indiscreto de la situación humana que filmaban, pronto se comprobó en el caso español que lo interesante de este formato es que proporciona nuevas posibilidades de discusión social sobre relaciones sociales a través del manejo de las perspectivas y distancias adecuadas”.[3]
[1] Bueno, G: Telebasura y democracia. Ediciones B, 2002. pp.123-126.
[2] Imbert, G. “La transparencia posmoderna”. El País, Opinión, 16 de mayo de 2000.
[3] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid. p.300.
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