Al grupo “Nueva Figuración” los une, a principios de los sesenta, el deseo común de reimpulsar la plástica que percibían detenida y saturada por el informalismo reducido a un mero estereotipo. Estos jóvenes irrumpen con la potencia de los que descubren algo nuevo, la posibilidad de trabajar un lenguaje enriquecido con la figuración, un lenguaje vivificado con la experiencia de lo humano, pero desde la más plena y radical libertad de invención. Así trabajaron y así triunfaron. Esa libertad es la que Noé y sus amigos sembraron en muchos creadores que los siguieron, y también en el gusto de los coleccionistas más independientes de criterio.
Conviene recordar lo que manifestaron en la exposición de 1963: “Hoy, a dos años de aquella muestra (1961), vemos con satisfacción el intento de muchos por seguir el camino en la medida en que creemos que éste contribuirá a la formación de una imagen que será nuestra, pero conviene reiterar que lo que se ha dado en llamar “Nueva Figuración” a falta de otro nombre no debe confundirse con otras modas. Lo que hemos buscado, lo que buscamos implica el riesgo del ejercicio de la libertad creadora”[1].
Pocos años más tarde afirmará Noé desilusionado en su Antiestética: “...yo, en la Argentina, me siento iniciador junto con Deira, Macció y de la Vega de una de las modas más detestables, estúpidas y reaccionarias. No se entendió su sentido”[2].
[1] Abraham Haber: La pintura argentina, Centro Editor de América Latina, 1975, p.51.
[2] Luis Felipe Noe: Antiestética, Ediciones de la Flor, 1988, p.138.
Conviene recordar lo que manifestaron en la exposición de 1963: “Hoy, a dos años de aquella muestra (1961), vemos con satisfacción el intento de muchos por seguir el camino en la medida en que creemos que éste contribuirá a la formación de una imagen que será nuestra, pero conviene reiterar que lo que se ha dado en llamar “Nueva Figuración” a falta de otro nombre no debe confundirse con otras modas. Lo que hemos buscado, lo que buscamos implica el riesgo del ejercicio de la libertad creadora”[1].
Pocos años más tarde afirmará Noé desilusionado en su Antiestética: “...yo, en la Argentina, me siento iniciador junto con Deira, Macció y de la Vega de una de las modas más detestables, estúpidas y reaccionarias. No se entendió su sentido”[2].
[1] Abraham Haber: La pintura argentina, Centro Editor de América Latina, 1975, p.51.
[2] Luis Felipe Noe: Antiestética, Ediciones de la Flor, 1988, p.138.
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