Priscilla Monge

Por Virginia Pérez-Ratton
(en el catálogo de la exposición, 2001)

P de Priscilla, como P de polisemia, como P de...?
La obra de Priscilla Monge no es feminista ni deja de serlo, sino todo lo contrario... así se dice por estos lados cuando no se quiere arriesgar la lengua. . . Priscilla, como toda la nueva carnada de artistas costarricenses incubados por los ochentas, ya no come cuento. Pero le encanta vestirse de diva para que el cuento se lo trague otro. A ella le fascinan esos juegos de ambigüedad, es una tramposa compulsiva.
Cómodamente navegando en un mar de planteamientos y soluciones formales muy variadas, y con el humor como arma debajo de la almohada, la obra de Priscilla se distingue por mostrar abierto desencanto frente a una sociedad auto-complaciente que se regodea en su imagen estereotipada de tolerancia, de respeto, de libertad y de paz. Es a partir de ella misma, sin los aleteos nacionalistas a que nos acostumbraron artistas pasados, que cuestiona el "status quo". Preciosa y modosita, con vocecita dulce y cara de inocencia y ojos de animalito de peluche, Priscilla es tan efectiva en su trabajo como una colt 45 con silenciador, al decir de una artista local. Al igual que un nuevo grupo de artistas costarricenses, aborda temas indecibles hasta ahora en el ámbito de la aldea: la manipulación ideológica, la falta de conciencia histórica o de sentimiento de pertenencia, la creciente violencia y agresión cotidiana, sobre todo dirigida a la mujer, la marginación social, la masificación y la soledad urbana, así como el sexismo y los tabúes, todo esto aparentemente ausente de un país que se precia de no tener fuerzas armadas y de contar con una sociedad justa y democrática. Priscilla Monge, en lugar de pretender tener las respuestas o ser impermeable a toda esta manipulación, ha escogido y osado articular su discurso justamente alrededor de esta ambigüedad que planea sobre la sociedad en que vive y trabaja, y de la cual ella tampoco escapa. Para desgracia de las puristas, la preciosa no es ubicable. El panfleto y la complacencia fácil con las hermanas está fuera de su lente: lo femenino aparece como diverso y complementario de lo masculino (ay sí, por favor!), rehusa negar sus propias contradicciones, revisa en permanencia esas complejas relaciones. Desarticula a través de muchas piezas las dicotomías violencia/ternura, vida/muerte, creación/destrucción, pero sólo para volverlas a reconstruir, y reinsertar, enriquecidas por la densidad semántica que logra al discurrir sobre el estado de confusión que establece, entre víctima y victimario, la experiencia continua y cotidiana de la violencia y la agresión. Sin embargo, es alrededor del concepto mismo de lo ambiguo, y de manera creciente insertando el humor, que la artista produce una obra de gran complejidad estructural, con un juego de referencias que pesca de su amplio bagaje cultural. Priscilla logra elaborar, de manera muy consistente y continua un discurso que podría interpretarse como una polisemia de lo ambiguo: interpretaciones imbricadas, enriquecimiento semiótico que da la cercanía de elementos aparentemente contrarios…
Lección de Maquillaje, presentado por primera vez en la XXIV Bienal de Sao Paulo 1998, es la primera incursión de Priscilla Monge en el lenguaje audiovisual. Y lo hace de manera contundente: bastan tres minutos para que dentro de su acostumbrada sobriedad, la artista transmita toda la serie de imbricaciones que articulan los nexos entre la seducción y la agresión así como los límites de cada uno.

No hay comentarios: