Elahe Massumi

Por Berta Sichel
(en el catálogo de la exposición, 2001)

A KISS IS NOT A KISS (Un beso no es un beso)
Grabada en Nueva Delhi, A kiss is not a kiss es una videoinstalación en cuatro monitores sobre la prostitución infantil en un país donde se calcula que 300.000 niños se ven inmersos en la prostitución; una cifra que, de acuerdo con informes recientes, está creciendo a razón de entre el 8% y el 10% anual. En ciudades como Bombay, Delhi, Madrás y Calcuta, alrededor del 15% de la gente que se prostituye son niños y la edad media de las niñas entregadas a los burdeles en los dos últimos años ha descendido de 14 y 16 años hasta 10 y 14 años. Una niña entre los 10 y los 12 años se vende a un precio más alto, y precisamente es una niña de esta edad la que aparece en el último video de Elahe Massumi. A kiss is not a kiss pone punto final a la trilogía de Massumi (Obliteration [Obliteración], 1994 y The Hijras [Los travestis o eunucos hindús], 2000), en la que la acción se ve anclada en los mundos de la opresión patriarcal, económica, sexual y racial. A la manera de Bill Viola, Massumi recorre largas distancias para hacer su trabajo. En ambos casos, las localizaciones lejanas se convierten en una fuente de inspiración y a menudo proporcionan el tema central de su obra. A diferencia de Viola, que viaja para experimentar espacios sagrados, Massumi viaja hasta las fronteras del mundo moderno, a lugares donde la realidad cotidiana de la supervivencia es dura y salvaje, dirigiendo su atención a lugares y temas que se consideran peligrosos o incluso indeseables. En A kiss is not a kiss Massumi no nos habla de la sensualidad, un tema capital de la teoría feminista. Existe una calidad sensual inherente a la imaginería creada y a los colores abigarrados, pero la realidad no es un deseo erótico y temático o una pasión. En la habitación sólo hay sumisión y humillación, dolor y náusea. Más bien al contrario, su tema es el abuso, la violación y profanación de un cuerpo joven. En muchos Tomentos las imágenes transmiten una curiosa conjunción de realismo y fantasía. La mirada del artista y la orquestación consciente de las imágenes nos trasladan a esta frontera exterior del mundo moderno, donde la crueldad y las realidades de supervivencia se derrumban.
Lo que aquí vemos tan sólo es una parte. La instalación completa nos cuenta la historia desde el día en que la muchacha abandona su pueblo tras haber sido vendida, hasta el momento en que está acostada en la cama de un hospital. Comprende cuatro monitores, cuatro videos de cuatro horas y cuarenta minutos editados en un loop de dos horas que aparece como un patchwork de imágenes, extendido como si de un tejido hindú se tratara. La explotación sexual de los niños, que en la India es más compleja que en otros países del Tercer Mundo, está enraizada en prácticas tradicionales, creencias y discriminación por razones de género. Según algunos estudios, la prostitución infantil es socialmente aceptable en algunos sectores de la sociedad hindú en base a la costumbre de las devadasi (cortesanas de los templos). Las muchachas son ofrecidas a los "dioses" y, posteriormente, se convierten en prostitutas religiosas. Se cree que tan sólo en la región de Belguam existen alrededor de 300 devadasis. En el vídeo de Elahe Massumi este hecho se nos muestra a través de la estrategia de la desfamiliarización, iniciada por el teatro de Bertold Brecht. Para él, el espectador debe comprometerse con la obra hasta llegar a ser un participante activo en la producción de sentido a través del acontecimiento. En el escenario, dicho acontecimiento recibía el nombre de representación; aquí no es una representación de ficción, sino una realidad que se transforma de forma estética para hacer que los espectadores se percaten de la existencia física de un mundo real con el que no tienen ningún contacto.

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