En esta novela Jack Kerouac narra en primera persona cuatro viajes que realiza Sal Paradise (en realidad el propio autor) por Estados Unidos a finales de los años cuarenta.
Junto con su amigo Neal Cassady (Dean Moriarty en la novela) recorren Estados Unidos de un lado a otro casi sin parar, sin destino, buscando aventuras y viviendo al límite.
Kerouac conoce a Neal Cassady por medio de su amigo Hal Chase (Chad King en el libro) en diciembre de 1946. Neal, recién salido del reformatorio, viaja desde Denver a Nueva York con su esposa Luanne Henderson (Marylou en la novela).
Desde entonces Cassady se convierte en fuente de inspiración para la obra y viajes de Keroauc, apareciendo en este libro como personaje que le acompaña en sus aventuras.
“La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde (…)” (Kerouac, p.30)
En el Camino es una novela de viaje, encuadrada en un armazón ficcional. Se inspira en los viajes que el autor hizo en la realidad pero los manipula a su antojo. La realidad sólo interactúa como marco de inspiración en el artificio narrativo. El interés primordial no es el viaje como testimonio sino el tema del desplazamiento, el escenario cambiante y la movilidad de los protagonistas. El viaje es un tema de indagación en sí mismo.
Como decía Baudelaire, “los auténticos viajeros son aquellos que parten por el gusto de partir” y bajo ese impulso queda disuelta la meta, el objetivo. Este sentimiento de intimismo, de confesión autobiográfica, este proyecto personal de búsqueda y de aventuras que proviene del angustiado espíritu romántico es muy contemporáneo. Pero también se da en el libro la confrontación con lo externo: con el pasado, la cultura, el paisaje y la naturaleza.
En cuanto al elemento autobiográfico del relato se da un desdoblamiento del propio autor. Kerouac se convierte en el personaje central de la narración, en el protagonista de la novela proyectado en Sal Paradise. Puede experimentarse a sí mismo durante el viaje como el otro y al mismo tiempo como autor que debe controlar a su personaje.
El viaje de Kerouac por su país no puede inscribirse en ninguna de las tipologías de viaje que se han dado a lo largo de la historia: no es un viaje de peregrinación, ni de descubrimiento de nuevas tierras, ni de formación como los que llevaron a cabo fundamentalmente ilustrados y románticos, ni de crónica, ni de aventura con medios dificultosos.
La aparición de la fotografía supone una verdadera revolución en la literatura de viajes. A partir de ahora la fotografía asume el poder de legitimar con su verdad técnica aquello que se constituía en la crónica del viajero y el relato escrito se libera entonces de su servidumbre documental.
Igual que sucedió en pintura cuando, como reacción a la aparición de la fotografía, surgió el impresionismo, en el relato de viajes el “cómo” desplaza en importancia al “qué”. Ahora hay que utilizar y manipular recursos expresivos que atraigan la atención del lector. El escritor ya no puede contarnos sólo lo que ve, esto ya no tiene interés. El lector, debido a los medios de comunicación de masas, posee una iconografía de lo desconocido.
El contexto en el que Kerouac escribe este libro, en los años cuarenta del siglo veinte el hecho de viajar ya no implica dificultades, el mundo se hace próximo y transitable. El viaje es un bien de consumo, un producto de la modernidad. Surge la figura que Walter Benjamin denomina flâneur, para referirse al que deambula, se mueve, pasea, observa pero no interpreta, transita los mundos sin más objetivo que el movimiento sin fin. Es el turista que consume lo exótico, se desplaza por ocio, viaja sólo por cambiar de decorado y observa el mundo sin involucrarse porque concibe el mundo como un parque temático.
Kerouac viaja haciendo autostop en la carretera donde casi siempre le paran camiones, pero otras veces se encuentra turistas o jóvenes que como él recorren las carreteras de su país. Algunos tramos los hace en autobús o conduciendo en coches robados. Siempre duerme en casas de amigos o en hoteles.
El viaje tiene como fin la indagación en sí mismo. El amor a los viajes, mejor cuanto más locos e imprevisibles, que su autor compartía con gran parte de sus contemporáneos queda perfectamente definido en las narraciones que contiene.
En esa época las carreteras, y en especial la mítica Ruta 66, se llenaron de hipsters, como eran conocidos los jóvenes de la época, aficionados al jazz y que atravesaban América haciendo autostop o conduciendo enloquecidamente en coches destartalados (el título original del libro es On the road).
En el viaje que hace junto con Dean Moriarty, Marylou y Ed Dunkel a Nueva Orleans escribe:
“Todos seguíamos la música y estábamos de acuerdo. La pureza de la carretera. La línea blanca del centro de la autopista se desenrollaba siempre abrazada a nuestro neumático delantero izquierdo como si estuviera pegada a sus estrías”. (p.177)
“Conduje a través de Carolina del Norte hasta pasado Macon, Georgia, mientras Dean, Marylou y Ed dormían. Solo en la noche pensaba y mantenía el coche pegado a la línea blanca de la santa carretera. ¿Qué estaba haciendo? ¿Adónde iba? Pronto lo descubriría”. (p.181)
En el libro no se concede especial atención al camino seguido en los viajes, ya que lo realmente importante es la forma en que se suceden y las experiencias que aportan al viajero. Son viajes en el espacio pero también viajes interiores del propio autor. El viaje es una doble búsqueda: una búsqueda de América y una búsqueda de la propia identidad. Este aspecto es compartido con otros muchos miembros de su generación, la denominada generación Beat.
El destino es la Tierra Prometida y el viaje adquiere una dimensión casi religiosa. El viajero, siempre harapiento, es como un profeta. En su primer viaje a Denver escribe:
“Ahora casi podía ver Denver allí delante como si fuera la Tierra Prometida, allá lejos entre las estrellas, más allá de la pradera de Iowa y las llanuras de Nebraska, y conseguí tener la más hermosa visión de San Francisco, todavía más allá, como una joya en la noche”. (p.40)
“Estaba a medio camino atravesando América, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y quizá por eso sucedía aquello y allí entonces, aquel extraño atardecer rojo”. (p.41)
“Contaba los minutos y los kilómetros. Justo delante, por encima de los ondulantes y dorados trigales, y, bajo las lejanas nieves de Estes, al fin veía el viejo Denver. Me imaginé en un bar de Denver aquella misma noche, con todos los amigos, y a sus ojos sería un tipo extraño y harapiento algo así como un profeta que ha atravesado la tierra entera para traer la misteriosa Palabra, y la única palabra que me salía era: ¡Uff!” (p.63)
En uno de sus viajes a San Francisco:
“Cuando cruzábamos la frontera entre Colorado y Utha vi a Dios en el cielo en forma de unas resplandecientes nubes doradas sobre el desierto que parecían señalarme con el dedo y decir: “Ven aquí y continúa, vas camino del cielo” ¡Ah, muy bien, perfecto!” (p.234)
Todo el viaje supone para Kerouac un aprendizaje continuo, un observarlo todo y extasiarse ante pequeños detalles, donde encuentra el verdadero significado de las cosas y de las personas. El aspecto de un vaquero, la risa de un hombre en un bar, las historias de los vagabundos con los que comparte camión haciendo autostop
La novela contiene interesantes descripciones de la geografía y naturaleza de su país, de las diferencias y parecidos entre sus pobladores, y de pequeños detalles que nos proporcionan una idea de lo que era Estados Unidos en los años cuarenta.
Bibliografía
CAMPBELL, James: Loca sabiduría: así fue la Generación Beat. Barcelona: Alba, 2001.
KEROUAC, Jack: En el camino. Círculo de Lectores, Barcelona, 1988.
MORISON, Samuel Eliot: Breve historia de los Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica, 1987.
WISH, Silvester: Jack Kerouac: biografía de una generación. Producciones Editoriales, 1978.
Junto con su amigo Neal Cassady (Dean Moriarty en la novela) recorren Estados Unidos de un lado a otro casi sin parar, sin destino, buscando aventuras y viviendo al límite.
Kerouac conoce a Neal Cassady por medio de su amigo Hal Chase (Chad King en el libro) en diciembre de 1946. Neal, recién salido del reformatorio, viaja desde Denver a Nueva York con su esposa Luanne Henderson (Marylou en la novela).
Desde entonces Cassady se convierte en fuente de inspiración para la obra y viajes de Keroauc, apareciendo en este libro como personaje que le acompaña en sus aventuras.
“La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde (…)” (Kerouac, p.30)
En el Camino es una novela de viaje, encuadrada en un armazón ficcional. Se inspira en los viajes que el autor hizo en la realidad pero los manipula a su antojo. La realidad sólo interactúa como marco de inspiración en el artificio narrativo. El interés primordial no es el viaje como testimonio sino el tema del desplazamiento, el escenario cambiante y la movilidad de los protagonistas. El viaje es un tema de indagación en sí mismo.
Como decía Baudelaire, “los auténticos viajeros son aquellos que parten por el gusto de partir” y bajo ese impulso queda disuelta la meta, el objetivo. Este sentimiento de intimismo, de confesión autobiográfica, este proyecto personal de búsqueda y de aventuras que proviene del angustiado espíritu romántico es muy contemporáneo. Pero también se da en el libro la confrontación con lo externo: con el pasado, la cultura, el paisaje y la naturaleza.
En cuanto al elemento autobiográfico del relato se da un desdoblamiento del propio autor. Kerouac se convierte en el personaje central de la narración, en el protagonista de la novela proyectado en Sal Paradise. Puede experimentarse a sí mismo durante el viaje como el otro y al mismo tiempo como autor que debe controlar a su personaje.
El viaje de Kerouac por su país no puede inscribirse en ninguna de las tipologías de viaje que se han dado a lo largo de la historia: no es un viaje de peregrinación, ni de descubrimiento de nuevas tierras, ni de formación como los que llevaron a cabo fundamentalmente ilustrados y románticos, ni de crónica, ni de aventura con medios dificultosos.
La aparición de la fotografía supone una verdadera revolución en la literatura de viajes. A partir de ahora la fotografía asume el poder de legitimar con su verdad técnica aquello que se constituía en la crónica del viajero y el relato escrito se libera entonces de su servidumbre documental.
Igual que sucedió en pintura cuando, como reacción a la aparición de la fotografía, surgió el impresionismo, en el relato de viajes el “cómo” desplaza en importancia al “qué”. Ahora hay que utilizar y manipular recursos expresivos que atraigan la atención del lector. El escritor ya no puede contarnos sólo lo que ve, esto ya no tiene interés. El lector, debido a los medios de comunicación de masas, posee una iconografía de lo desconocido.
El contexto en el que Kerouac escribe este libro, en los años cuarenta del siglo veinte el hecho de viajar ya no implica dificultades, el mundo se hace próximo y transitable. El viaje es un bien de consumo, un producto de la modernidad. Surge la figura que Walter Benjamin denomina flâneur, para referirse al que deambula, se mueve, pasea, observa pero no interpreta, transita los mundos sin más objetivo que el movimiento sin fin. Es el turista que consume lo exótico, se desplaza por ocio, viaja sólo por cambiar de decorado y observa el mundo sin involucrarse porque concibe el mundo como un parque temático.
Kerouac viaja haciendo autostop en la carretera donde casi siempre le paran camiones, pero otras veces se encuentra turistas o jóvenes que como él recorren las carreteras de su país. Algunos tramos los hace en autobús o conduciendo en coches robados. Siempre duerme en casas de amigos o en hoteles.
El viaje tiene como fin la indagación en sí mismo. El amor a los viajes, mejor cuanto más locos e imprevisibles, que su autor compartía con gran parte de sus contemporáneos queda perfectamente definido en las narraciones que contiene.
En esa época las carreteras, y en especial la mítica Ruta 66, se llenaron de hipsters, como eran conocidos los jóvenes de la época, aficionados al jazz y que atravesaban América haciendo autostop o conduciendo enloquecidamente en coches destartalados (el título original del libro es On the road).
En el viaje que hace junto con Dean Moriarty, Marylou y Ed Dunkel a Nueva Orleans escribe:
“Todos seguíamos la música y estábamos de acuerdo. La pureza de la carretera. La línea blanca del centro de la autopista se desenrollaba siempre abrazada a nuestro neumático delantero izquierdo como si estuviera pegada a sus estrías”. (p.177)
“Conduje a través de Carolina del Norte hasta pasado Macon, Georgia, mientras Dean, Marylou y Ed dormían. Solo en la noche pensaba y mantenía el coche pegado a la línea blanca de la santa carretera. ¿Qué estaba haciendo? ¿Adónde iba? Pronto lo descubriría”. (p.181)
En el libro no se concede especial atención al camino seguido en los viajes, ya que lo realmente importante es la forma en que se suceden y las experiencias que aportan al viajero. Son viajes en el espacio pero también viajes interiores del propio autor. El viaje es una doble búsqueda: una búsqueda de América y una búsqueda de la propia identidad. Este aspecto es compartido con otros muchos miembros de su generación, la denominada generación Beat.
El destino es la Tierra Prometida y el viaje adquiere una dimensión casi religiosa. El viajero, siempre harapiento, es como un profeta. En su primer viaje a Denver escribe:
“Ahora casi podía ver Denver allí delante como si fuera la Tierra Prometida, allá lejos entre las estrellas, más allá de la pradera de Iowa y las llanuras de Nebraska, y conseguí tener la más hermosa visión de San Francisco, todavía más allá, como una joya en la noche”. (p.40)
“Estaba a medio camino atravesando América, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y quizá por eso sucedía aquello y allí entonces, aquel extraño atardecer rojo”. (p.41)
“Contaba los minutos y los kilómetros. Justo delante, por encima de los ondulantes y dorados trigales, y, bajo las lejanas nieves de Estes, al fin veía el viejo Denver. Me imaginé en un bar de Denver aquella misma noche, con todos los amigos, y a sus ojos sería un tipo extraño y harapiento algo así como un profeta que ha atravesado la tierra entera para traer la misteriosa Palabra, y la única palabra que me salía era: ¡Uff!” (p.63)
En uno de sus viajes a San Francisco:
“Cuando cruzábamos la frontera entre Colorado y Utha vi a Dios en el cielo en forma de unas resplandecientes nubes doradas sobre el desierto que parecían señalarme con el dedo y decir: “Ven aquí y continúa, vas camino del cielo” ¡Ah, muy bien, perfecto!” (p.234)
Todo el viaje supone para Kerouac un aprendizaje continuo, un observarlo todo y extasiarse ante pequeños detalles, donde encuentra el verdadero significado de las cosas y de las personas. El aspecto de un vaquero, la risa de un hombre en un bar, las historias de los vagabundos con los que comparte camión haciendo autostop
La novela contiene interesantes descripciones de la geografía y naturaleza de su país, de las diferencias y parecidos entre sus pobladores, y de pequeños detalles que nos proporcionan una idea de lo que era Estados Unidos en los años cuarenta.
Bibliografía
CAMPBELL, James: Loca sabiduría: así fue la Generación Beat. Barcelona: Alba, 2001.
KEROUAC, Jack: En el camino. Círculo de Lectores, Barcelona, 1988.
MORISON, Samuel Eliot: Breve historia de los Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica, 1987.
WISH, Silvester: Jack Kerouac: biografía de una generación. Producciones Editoriales, 1978.
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