Hay breves alusiones a elementos de la geografía americana: habla del río Hudson, del valle del Platte, de la enorme pradera de Illinois, la pradera de Iowa, las llanuras de Nebraska, los desiertos de Utah y de Nevada, la Gran Meseta del Colorado y su desierto oriental, el desierto de Arizona, el océano Pacífico, el golfo de México, el delta del Mississippi, etc.
De la meseta del Colorado dice:
“Por la noche todas las luces de Denver se extendían como una gran rueda en la llanura de abajo, pues la casa estaba en la zona del oeste donde las montañas bajan hasta la llanura en estribaciones sucesivas y donde, en tiempos muy lejanos, las suaves olas del Mississippi, entonces casi un mar, debieron barrer la tierra para crear mesetas tan redondas y perfectas como las de los picos-islas de Evans y Pike y Longs”. (p. 271-272)
Hace varias alusiones al río Mississippi:
“¿Qué es el río Mississippi? Es un pedazo de tierra lavada en la noche lluviosa, un suave chapoteo desde las chorreantes orillas del Missouri, una disolución, un movimiento de la marea por el eterno cauce abajo, un regalo a las espumas pardas, un viaje a través de innumerables cañadas y árboles y malecones, abajo, siempre hacia abajo, por Memphis, Greenville, Eudora, Vicksburg, Natchez. Port Allen y Port Orleáns y Port de los Deltas, por Portash, Vence y el Gran Golfo de la Noche, y fuera”. (p.202)
Cuando regresa de su primer viaje a San Francisco y pasa por San Luis cuenta:
“Llegamos a mediodía a San Luis. Di un paseo junto al río Mississippi y contemplé los troncos que bajaban flotando desde Montana, al Norte; grandes troncos de odisea de nuestro sueño continental. Viejos barcos fluviales con sus tallas de madera más talladas y pulidas aún por la intemperie descansaban en el barro poblado de ratas”. (p.140)
En el ferry de Algiers, cruzando el río en barco escribe:
“Nos inclinamos sobre la borda y contemplamos el gran padre marrón de las aguas que bajaba desde el centro de América como un torrente de almas destrozadas llevando troncos de Montana y barro de Dakota e Iowa y cosas que habían caído en él en Three Forks, donde el secreto comenzaba siendo hielo”. (p.184)
De la meseta del Colorado dice:
“Por la noche todas las luces de Denver se extendían como una gran rueda en la llanura de abajo, pues la casa estaba en la zona del oeste donde las montañas bajan hasta la llanura en estribaciones sucesivas y donde, en tiempos muy lejanos, las suaves olas del Mississippi, entonces casi un mar, debieron barrer la tierra para crear mesetas tan redondas y perfectas como las de los picos-islas de Evans y Pike y Longs”. (p. 271-272)
Hace varias alusiones al río Mississippi:
“¿Qué es el río Mississippi? Es un pedazo de tierra lavada en la noche lluviosa, un suave chapoteo desde las chorreantes orillas del Missouri, una disolución, un movimiento de la marea por el eterno cauce abajo, un regalo a las espumas pardas, un viaje a través de innumerables cañadas y árboles y malecones, abajo, siempre hacia abajo, por Memphis, Greenville, Eudora, Vicksburg, Natchez. Port Allen y Port Orleáns y Port de los Deltas, por Portash, Vence y el Gran Golfo de la Noche, y fuera”. (p.202)
Cuando regresa de su primer viaje a San Francisco y pasa por San Luis cuenta:
“Llegamos a mediodía a San Luis. Di un paseo junto al río Mississippi y contemplé los troncos que bajaban flotando desde Montana, al Norte; grandes troncos de odisea de nuestro sueño continental. Viejos barcos fluviales con sus tallas de madera más talladas y pulidas aún por la intemperie descansaban en el barro poblado de ratas”. (p.140)
En el ferry de Algiers, cruzando el río en barco escribe:
“Nos inclinamos sobre la borda y contemplamos el gran padre marrón de las aguas que bajaba desde el centro de América como un torrente de almas destrozadas llevando troncos de Montana y barro de Dakota e Iowa y cosas que habían caído en él en Three Forks, donde el secreto comenzaba siendo hielo”. (p.184)
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