Características principales del género musical

Los dos pilares principales sobre los que se sustenta el género musical son: la deuda con el patrimonio teatral y la apoteosis de los movimientos de cámara. El género nace con una enorme ventaja: el previo y continuado desarrollo de una riquísima existencia en los escenarios de Broadway, lo que representa no sólo materiales temáticos y musicales de considerable particularidad sino también un valiosísimo número de colaboradores, extendido desde compositores, coreógrafos, escenógrafos y directores hasta cantantes y bailarines, es decir, un manantial de arte neoyorkino, con flujo permanente, al servicio de Hollywood. Y a la vez la implantación del sonido descubre las infinitas posibilidades de que canciones, música orquestal y evoluciones de solistas y cuerpos de baile adquieran una fantástica dimensión fílmica gracias al acompasamiento de la cámara y del montaje.
Sobre tales pilares el musical construye una irrealidad -la expresión narrativa a través del canto y la danza- eminentemente cinematográfica y decididamente afiliada a la fantasía. De acuerdo con esto, los mejores filmes musicales entrañan muy complejas estructuras narrativas y picológicas, puestas de manifiesto en las relaciones oníricas de las partes cantadas y bailadas con las evoluciones de los acontecimientos y de los pensamientos y deseos de los personajes. Precisamente será el lento proceso hacia la inserción de estos elementos fantásticos en el relato fílmico lo que dará pie a las cumbres estéticas del género como veremos más adelante.
La opereta tradicional había ya edificado un mundo expresivo donde reinaba a sus anchas la conversión irreal de que los figurantes comunicaran sus preocupaciones y anhelos mediante el canto y la danza. Pero la herencia teatral asumida por el musical fílmico queda al margen de la típica opereta vienesa y aporta un hecho diferencial: el de una música contemporánea surgida de una zona intermedia entre el joven folklore americano y el reciente jazz. Todo ello determina un universo singular adherido por completo a Nueva York y a la América de los años veinte en adelante y destinado a inscribirse, como algo específico de los Estados Unidos de la época, en el Hollywood de los decenios dorados.
Debido a la particularidad de este ámbito de expresión, el musical cinematográfico se nutre fundamentalmente de especialistas en sus diversos sectores, por lo que llega a constituir un género muy diferenciado de los otros y destinado a recibir cuidados especiales en los Estudios, hasta el punto de la unidad de producción a las órdenes de Arthur Freed en la Metro-Goldwyn-Mayer.

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