Conclusión

Me parece un gran acierto por parte de Welles la elección de esta película para su adaptación. Creo que la esencia fundamental del libro es expresar el sentimiento de angustia, de impotencia y desolación que siente el protagonista ante una acusación que no comprende y ante todo el aparato burocrático que le juzga. El estilo del libro, narrado en tercera persona desde el punto de vista del protagonista, da prioridad a la subjetividad y a la descripción de una situación absurda, antes que a la acción o a la descripción detallada de espacios y personajes. Y esto se adapta muy bien al estilo cinematográfico de Welles.
Desde el principio del libro Kafka ya nos deja claro, en boca de su protagonista, la irrealidad de todo lo que va a ocurrir posteriormente. Todo se va a mover por la lógica del absurdo. Justo después de enterarse de la acusación K le dice a la señora Grubach: “…yo considero que no se trata de nada. Me han cogido por sorpresa, eso es todo. Si me hubiese levantado inmediatamente después de despertarme, sin dejarme desconcertar por la ausencia de Anna, y hubiese ido directamente a verla a usted sin hacer caso de nadie que se hubiera cruzado en mi camino, habría desayunado una vez en la cocina, como algo excepcional le habría pedido que me trajese la ropa de mi habitación; en una palabra, si hubiera actuado de un modo razonable, no habría ocurrido nada más, y todo lo que tenía que ocurrir habría quedado sofocado desde el principio” (KAFKA, Franz: El proceso. Madrid. Edit. Alianza.Kafka, 2000, p.25).
Todo va a seguir la lógica de un sueño. Por eso Welles comienza su filme con la parábola del vigilante, y la une directamente con un plano de K despertándose en su cama, mostrado desde un ángulo que precede la ambigüedad espacial que va a caracterizar al resto de la película. Todo se produce en un laberinto sin final, enorme, incomprensible. Las leyes de este laberinto son incomprensibles. Son las instituciones de poder donde el hombre se pierde.
Welles traduce todo esto a su lenguaje, utilizando elementos propios del medio cinematográfico. Su estética es propia del el estilo expresionista, que ya habían utilizado cineastas como Murnau (Nosferatu) o Wiene (El gabinete del Doctor Caligari) para expresar el horror de la época de entreguerras. Recursos como la deformación, los contrastes lumínicos acentuados o la escenografía inquietante, le valen a Welles para llevar a la pantalla ese clima de inquietud y desasosiego y esa angustia que siente el personaje ante lo absurdo de su situación.
Kafka rompe las convenciones de la literatura realista para crear situaciones absurdas y textos oníricos. De la misma manera, el estilo de cine negro que utiliza Welles, es una continua subversión a los códigos establecidos de realismo cinematográfico, creando esta atmósfera surrealista tan característica y tan acorde con el texto de Kafka.Ambas personalidades (la de Welles y la de Kafka) se funden de manera extraordinaria en la adaptación de El proceso, novela de difícil plasmación cinematográfica, al menos a primera vista. El resultado es una pieza tan compleja como el original literario que demuestra las aptitudes de Welles para traducir en imágenes estructuras narrativas infrecuentes y universos tan oníricos como los de Kafka. Welles recurre a una puesta en escena repleta de innovadoras soluciones plásticas que crean una nueva obra tan personalmente asumida en forma y contenido por el cineasta que se ha hecho merecedora de una existencia completamente autónoma e independiente a la del libro.

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