Según Eva Aladro el éxito de GH comparte elementos con formas de espectáculo milenarias como el circo romano o las competiciones deportivas.
Los protagonistas son como gladiadores romanos que han de morir televisivamente (salir de la casa) y han de competir entre ellos para sobrevivir a la decisión popular (las expulsiones). El césar que decide la suerte del gladiador mediático es el programador que escoge y condiciona la vida de los protagonistas.
El carácter combativo nos recuerda igualmente a las competiciones deportivas en un campo de juego. El concurso crea forofos y partidarios incondicionales de unos participantes o de otros. Además los protagonistas provienen de diferentes regiones y autonomías y esto acentúa la competitividad.[1]
Un muy concreto objeto comunicativo une en torno suyo a millones de oídos y ojos, permitiendo concentrar la atención social española sobre un solo suceso. Esta idea convierte a la televisión de vigilancia en un recurso social comunicativo que recupera la esfera pública de discusión sobre un tema de interés, aunque el tema en cuestión sea algo tan común como la psicología de diez jóvenes que interactúan. Hay una serie de factores que contribuyen a constituir el programa de GH como fenómeno televisivo y son: la participación del público, la puesta en escena y las múltiples formas de emisión.
[1] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid. pp.292-293.
Los protagonistas son como gladiadores romanos que han de morir televisivamente (salir de la casa) y han de competir entre ellos para sobrevivir a la decisión popular (las expulsiones). El césar que decide la suerte del gladiador mediático es el programador que escoge y condiciona la vida de los protagonistas.
El carácter combativo nos recuerda igualmente a las competiciones deportivas en un campo de juego. El concurso crea forofos y partidarios incondicionales de unos participantes o de otros. Además los protagonistas provienen de diferentes regiones y autonomías y esto acentúa la competitividad.[1]
Un muy concreto objeto comunicativo une en torno suyo a millones de oídos y ojos, permitiendo concentrar la atención social española sobre un solo suceso. Esta idea convierte a la televisión de vigilancia en un recurso social comunicativo que recupera la esfera pública de discusión sobre un tema de interés, aunque el tema en cuestión sea algo tan común como la psicología de diez jóvenes que interactúan. Hay una serie de factores que contribuyen a constituir el programa de GH como fenómeno televisivo y son: la participación del público, la puesta en escena y las múltiples formas de emisión.
[1] Aladro, E: “De la telenovela a la televigilancia. Gran Hermano y la nueva era del perspectivismo relacional en la televisión”. CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 5, 2000. Universidad Complutense de Madrid. pp.292-293.
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