Por Clara Aparicio Yoldi
Octubre 2001
En la siguiente instalación, una imagen poligonal se proyecta en sentido oblicuo sobre un muro pintado.
Una sílfide salpicada de piedras preciosas de colores sueña con su nacimiento. Las imágenes muestran primerísimos planos de una mujer desnuda tumbada sobre la hierba. La cámara recorre su cuerpo de la cabeza a los pies mostrándonos todas sus partes como si fueran montañas vistas desde un helicóptero.
El espectador debe penetrar en esta sala pasando por delante del proyector, con lo cual su figura obstaculizará la proyección de la imagen durante unos instantes. Una vez más, la artista juega con el espectador, haciendo que se establezca una vinculación del público con ella, pero también de los espectadores entre ellos. Esto lo conseguirá con todas sus instalaciones.
Vuelve a aparecer aquí el protagonista femenino: una ninfa del aire, personaje de la mitología clásica que era la personificación de la vitalidad y la fecundidad de la naturaleza. Frecuentaban los pasajes naturales (ríos, bosques, prados...) donde cantaban y bailaban.
Es este vídeo un canto a la naturaleza, a la naturalidad del desnudo, a la sinceridad, a la belleza. Emplea las convenciones de la pornografía para celebrar el narcisismo más que para repetir el típico voyeurismo masculino, el fetichismo de la mujer blanca desnuda captada bajo la mirada del hombre. Siguiendo los principios del feminismo pro-sex escapa del peso opresivo de la culpabilidad sexual.
Aparece en esta obra el subconsciente, el mundo de los sueños, otra forma de libertad. También la belleza de la naturaleza, la vuelta al origen, el nacimiento, el principio de todo, lo más puro.
La estética nuevamente es impresionante, con los colores saturados (verdes, rojos...), el tamaño desproporcionado de la figura humana, la composición con espectaculares escorzos, etc.
En la siguiente instalación, una imagen poligonal se proyecta en sentido oblicuo sobre un muro pintado.
Una sílfide salpicada de piedras preciosas de colores sueña con su nacimiento. Las imágenes muestran primerísimos planos de una mujer desnuda tumbada sobre la hierba. La cámara recorre su cuerpo de la cabeza a los pies mostrándonos todas sus partes como si fueran montañas vistas desde un helicóptero.
El espectador debe penetrar en esta sala pasando por delante del proyector, con lo cual su figura obstaculizará la proyección de la imagen durante unos instantes. Una vez más, la artista juega con el espectador, haciendo que se establezca una vinculación del público con ella, pero también de los espectadores entre ellos. Esto lo conseguirá con todas sus instalaciones.
Vuelve a aparecer aquí el protagonista femenino: una ninfa del aire, personaje de la mitología clásica que era la personificación de la vitalidad y la fecundidad de la naturaleza. Frecuentaban los pasajes naturales (ríos, bosques, prados...) donde cantaban y bailaban.
Es este vídeo un canto a la naturaleza, a la naturalidad del desnudo, a la sinceridad, a la belleza. Emplea las convenciones de la pornografía para celebrar el narcisismo más que para repetir el típico voyeurismo masculino, el fetichismo de la mujer blanca desnuda captada bajo la mirada del hombre. Siguiendo los principios del feminismo pro-sex escapa del peso opresivo de la culpabilidad sexual.
Aparece en esta obra el subconsciente, el mundo de los sueños, otra forma de libertad. También la belleza de la naturaleza, la vuelta al origen, el nacimiento, el principio de todo, lo más puro.
La estética nuevamente es impresionante, con los colores saturados (verdes, rojos...), el tamaño desproporcionado de la figura humana, la composición con espectaculares escorzos, etc.
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