Las pinturas negras

La siguiente secuencia en flashback se sitúa en la Quinta del Sordo, una finca en la que vivió Goya entre 1819 y 1824 a orillas del río Manzanares. En aquellos años España se sumió en un caos y Goya se aisló allí con su amante Leocadia Zorrilla y con su hija Rosarito, ya que empezaban a ser perseguidos por sus ideas liberales.
Allí Goya, que tenía alrededor de setenta años, pintaba algunas noches en las paredes de la quinta. Pintaba para sí mismo, sin otra razón o motivo que su propia satisfacción. Eran unas pinturas secretas que sólo tenían sentido para él y que de ser conocidas le hubieran traído complicaciones con la Inquisición.
Goya aparece pintando las paredes de una habitación que está en penumbra. Las pinturas son oscuras y tristes y sólo están iluminadas por la escasa luz que proporcionan las velas de la mesa y de su sombrero; son las “pinturas negras” (1819-1824). Goya lleva un sombrero en cuyas alas lleva prendidas numerosas velas encendidas. Se sabe que el pintor usaba realmente este invento ya que prefería pintar con esa luz. Esta representación de Goya está basada en un cuadro suyo: Autorretrato en el estudio (1775-80, Madrid, Academia de San Fernando). En esta obra el pintor aparece algo más joven pero lleva puesto el sombrero que muestra el Goya de la película.
Su hija Rosarito, que aparece unos años más pequeña que en Burdeos, entra en el estudio para contar a su padre la pesadilla que acaba de tener: un perro rabioso la persigue para morderla. Entonces la cámara nos muestra una de las pinturas que hay en la pared en la que un perro asoma la cabeza por una loma y, mientras, el pintor explica a su hija que ese perro no está rabioso, que lo que le pasa es que no sabe dónde está. Es: El perro (Museo del Prado). Otra pintura que el artista muestra a su hija es: Asmodea (Museo del Prado), donde dos seres ingrávidos vuelan en el aire.
Cuando el pintor y su mujer se quedan a solas en la habitación la cámara muestra al espectador al fondo, en las paredes, una serie de pinturas que todavía están sólo abocetadas. Cuando su mujer se va a acostar y Goya se queda solo en esta habitación, se dispone a continuar una de estas pinturas en la que una procesión de hombres y mujeres, con capas y sombreros oscuros y rostros atormentados se pierden en la lejanía, es: La romería de San Isidro (Museo del Prado), en la que seres arracimados se distribuyen en un escenario que nada tiene que ver con aquella pradera captada por Goya hacía más de tres décadas. Entonces, los personajes de la pared toman vida y comienzan a rodearle. Los actores aparecen pintados como si fueran los personajes del cuadro y representan sus mismas actitudes (cantan y tocan la guitarra) y sus gestos amenazadores.
Goya en su ataque grita, se lleva las manos a la cabeza y sigue teniendo visiones en las que se le aparecen y desaparecen a gran velocidad imágenes violentas y terribles. El espectador puede ver ahora en una pintura cómo Saturno, con los ojos desorbitados, destroza a dentelladas a uno de sus hijos, y cómo la sangre se desliza por el cuadro a borbotones sobre el desnudo cuerpo de su hijo. Es de nuevo su obra Saturno devorando a sus hijos (1821-22, Madrid, Museo del Prado).
En su siguiente visión un gigante, desafiando el cielo tormentoso, se alza sobre un paisaje en donde hombres, mujeres, carros y caballos huyen en desbandada de un enemigo desconocido: es el cuadro de El coloso (Madrid, Museo del Prado), que Goya había pintado unos años antes (1810-12) en Madrid durante los horrores de la guerra. Es la única obra que aparece en esta secuencia y que no pertenece a las "pinturas negras" de su Quinta del Sordo.

La siguiente imagen que se nos muestra de sus visiones vuelve a ser una de sus "pinturas negras": Duelo a garrotazos (Museo del Prado). En ella, el valle con montañas a lo lejos y dilatados horizontes, pierde toda su placidez al añadírsele las figuras que emergen sobre la tierra, hiriéndose en duelo a muerte.
La última visión que tiene el pintor en este ataque es la de la duquesa de Alba que se le vuelve a aparecer con un vestido oscuro y una mantilla negra sobre la cabeza.

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